Byron Bay, Australia, 20 de Agosto de 2019
Mi musa, otro día mas me despierta de madrugada.
Son menos de la 4 am y hace rato que decidí escucharla, por lo que comienzo a escribir.
Creo dos textos que me emocionan hasta las lagrimas. Amo a mi musa cuando esta inspirada, sin importar la hora en la que se levante a crear.
Intento dormirme ahora que ya los termino, pero me resulta imposible.
¿Que sentido tiene?
Me levanto de la cama, de esta habitación que hoy me toca compartir con 5 mujeres diferentes vaya a saber de que lugar del mundo cada una. Viajar es increíble.
Me ducho. Termino de armar mi mochila. Mi valija ya esta cerrada desde anoche, luego de esa lucha diaria, en donde ejerzo mucha presión y hasta me siento encima para lograr que cierre.
Hago el check out. Me despido del lugar en silencio, agradeciendo que haya sido mi casa por dos días (una costumbre que adquirí desde que comence el viaje) y me dirijo a la estación de buses.
Mi valija esta que no da mas. Una de las ruedas, esta por desprenderse en cualquier momento. Trato de buscar la mejor manera de llevarla sin que se rompa. Mi mochila también me pesa.
Llego a la terminal de buses y veo que el café en el que iba a desayunar esta cerrado.
- ¿Voy a tener que cargar con todo este equipaje de nuevo hasta encontrar algun lugar para desayunar?
Le imploro a la mujer de la oficina de buses si puedo dejarle todo mi equipaje por un ratito. Voy a buscar algo para desayunar y vuelvo. No quiero volver a cargar con todo esto.
Una vez en el micro pienso en mi. En Brisbane. En la primera vez que llegue a ese lugar, hace dos meses (25 de Junio) y en como me voy hoy (20 de Agosto).
El lugar es el mismo. Aunque como siempre, uno sigue descubriendo y habitando rincones de la ciudad en donde no había estado antes, pero la que cambio soy yo.
Cuantas veces en la vida podes visualizar el cambio de esa manera?
Cuantas veces podes verte en perspectiva y decir... estoy creciendo... estoy rompiendo con este cascaron que ya me quedo chico. Necesito hacerlo.
Pocas. Aunque en la vida cambiemos muchas veces.
Pero que me pasa? Debería estar feliz.
Y lo estoy. Me siento feliz y me siento muy agradecida de hecho.
Este viaje esta llevando a descubrirme una y otra vez. Mientras descubro esta parte del mundo, me descubro a mi.
Conozco personas con otras culturas. Hago todas las preguntas en referencia a la cotidianeidad de sus vidas. Me asombra que viviendo en el mismo planeta, seamos todos tan distintos. Naturalizamos cosas que para otros son impensadas. Nos sorprenden cosas que para otros son naturales.
Rompo mis propias estructuras. Aprendo de lo que me pasa.
Me sorprendo ante la magia del Universo todos los días.
Pido deseos y estos son escuchados. Siempre. Cada día.
Lloro y me río. Me permito todos los estados. Alegria y tristeza. Cansancio y Vitalidad. Me permito todo.
Me escucho.
Pero, ¿qué me pasa? Porque me siento triste en el fondo por este cambio que lo siento? Porque eso me pasa... lo siento.
Llegamos a Byron Bay. Uno de los destinos que no quería irme sin conocer a diez días de dejar Australia y según lo que escuche uno de los lugares mas hippies de la costa este.
El hostel que reserve queda a 1 km. 14 minutos marca mi GPS.
Comienzo a caminar y a la cuadra no puedo mas. Tengo que detenerme.
Si la mochila es tediosa, la valija es insoportable.
A su vez tengo mi cartera, una botella de agua y el celu en la mano para que me marque el camino.
Las calles no son todas pavimentadas y esto lo complica mas.
Cuando llegue al hostel finalmente, ya tenía la rueda de la valija en la mano.
En la mochila no se como, logre meter la cartera. Esta me pesa como si acarreara otro cuerpo encima mio.
Hago el check in. El hostel parece una comunidad hippie. Hay hasta lo que llaman una "jungla". Un lugar entre los arboles y una laguna, donde hay muchas carpas y la gente vive ahí hace meses.
El recepcionista hiper amable me ayuda con todo lo que cargo y cuando entro en la habitación me largo a llorar.
¿Que me pasa?
Me permito llorar. Hace tiempo entendí que es necesario que salga lo que tenga que salir.
Luego de unos cuantos minutos, puedo hablarme a mi misma y ver que es lo que me esta pasando.
Me pesa. Me pesa mi equipaje.
Sigo llorando y como una revelación esa palabra tan conocida viene a mi.
SOLTAR.
No puedo seguir cargando con tanto.
Una parte de mi valija ya se rompió.
Mi mochila me hace doler mi espalda.
Es un desgaste muy grande, todos los días estar pensando de antemano minuciosamente no olvidarse de nada, porque una vez que se cierran es imposible y molesto volver a abrirlas.
Tengo que quitarle peso. Tengo que quitarle cosas. Pero no quiero. No quiero dejar nada de lo que traigo conmigo, aunque me de cuenta que es necesario. No quiero.
Me seco las lagrimas.
Me recuerdo a mi misma la última vez que tuve que SOLTAR.
Mi cabeza se traslada a ese momento y lugar.
No fue hace tanto.
Bariloche, 27 de Mayo de 2019.
Estoy con Dora, cerrando una valija aun mas grande.
Soltando no un par de cosas. Bolsas. Bolsas con ropa, utensillos, libros, cosas que ya ni recuerdo.
Unas van para mi vecina. Otras para la calle, esperando que alguien que realmente las necesite encuentre lo que esta buscando.
La última cosa que quedaba por vender, se vendió ayer.
Antes de cerrar mi casa, esa mañana del 27 de mayo me quedo unos minutos sola. Le agradezco el tiempo que compartimos juntas y todo lo que viví en ese espacio de hogar. Cierro la puerta. Cierro un ciclo.
Empiezo a revisar mi valija. Empiezo a separar mis cosas. Hay algunas que traje y solo use una vez. Una. De más de 80 días de viaje y solo una.
Separo las que se y creo que no necesito.
No quiero tirarlas.
y en eso... se me ocurre publicarlas en Internet.
Así fue como vendí hasta mi auto, en el último tiempo en Argentina, antes de comenzar mi viaje.
Si! Hay Marketplace también en Byron Bay.
Y en eso me viene una idea mejor.
¿Si le vendo todo esto a la gente de hostel? Desde la habitación, puedo ver como hay personas que venden su arte. Es el hostel más hippie en el que he estado.
Bajo las cosas, le pongo papelitos con los precios y como una especie de pacto conmigo mismo, ya que reconozco que me da mucha vergüenza estar ahí, me pongo un plazo de una hora, no más que eso.
Solo dos mujeres se acercaron a ver mis cosas. Cosas con las que me encariñe, prendas con las que comparto más de este viaje, más de una experiencia, más de un simple recuerdo en mi cabeza. Es que para el resto, son cosas usadas, para mi, es parte de mi vida, de mi historia, de las últimas pertenencias materiales que me quedan de mi vida anterior. Las que llevo en esta vida NUEVA.
La hora finaliza. No vendí absolutamente nada.
Me siento bien conmigo misma, ya que supere esa vergüenza que no es mas que resultado de ese EGO que tantas veces nos hace tantas malas pasadas.
Por otro, me siento mal.
¿Porque cuesta tanto dar nuestras cosas? Al fin y al cabo, son eso... son COSAS.
Subo a la habitación. Habitación que comparto con un chico alemán que se llama Cris.
Su mirada refleja dulzura, honestidad y un dejo de tristeza.
Hablamos. Le cuento lo que me angustia, por más infantil que parezca.
Él esta preocupado por que no consigue trabajo y porque en unos días llegará una chica con la que lleva una "relación", pero siente que algo paso entre ellos porque nada viene siendo como antes.
Escucharlo me hace darme cuenta de que cuando viajamos, sin importar el país del mundo del que vengas, ni tu moneda, ni la conversión, el tema del DINERO y de como sustentarse y saber administrarse, es uno de los temas centrales de cualquier viajero.
El otro tema, son los AMORES.
Los amores viajeros, pueden implicar cambiar de ruta, de estado de animo.
Son lo mejor y lo peor de los viajes.
Porque empiezan como magia, terminan como imposibles.
Le digo que voy a comprar algo rico para que nos saquemos toda esta pesadez de encima, que no nos deja disfrutar del lugar donde estamos.
Cuando voy andando, a mi izquierda. en la puerta de una casa. Una VALIJA.
Así como leen. Una valija mandada por el mismísimo Universo. Una valija hasta mas grande que la mía por lo que ya no es necesario dar nada. Todo entra en la nueva valija que alguien claramente dejo para mi.
Había escuchado que la gente en Australia, dejaba cosas que ya no necesitaba, para que la gente se lo lleve. Pero justo hoy... justo hoy que se rompió mi valija.
Vuelvo feliz al hostel, para mostrarle a mi compañero de cuarto mi nueva adquisición, pero para mi sorpresa, cuando llego, él ya había reparado la mía.
Me ví ahí frente a una polémica:
Continuar con mi valija reparada con tanto cariño por ese chico que hace horas era un completo desconocido o aceptar este regalo tan preciso del Universo.
Deje ambas en la habitación.
Quedaban unos días en Byron Bay... no había porque decidirlo todo ya....
(CONTINUARÁ).